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Milo y Jano: “Nos queda un largo camino, pero gran parte de tanta lucha se concluyó”

Los pequeños gemelos de Capilla ya fueron trasplantados y comienzan a vivir una nueva etapa. La familia agradeció el acompañamiento de todos los que contribuyeron durante más de un año de lucha, y esperan que sus hijos puedan crecer sanos y tener una vida plena.

Luego de más de un año de lucha, campañas de donaciones y de combatir contra las complicaciones que trajo la pandemia, los pequeños gemelos de Capilla del Señor lograron ser trasplantados y toda la familia espera con ilusión poder comenzar una nueva etapa de sus vidas en su hogar, dejando atrás las largas internaciones y todo lo que les tocó atravesar.

Tanto Jano como Milo ya recibieron sus trasplantes de médula ósea, el único camino para hacerle frente al síndrome de Wiskott Aldrich, una enfermedad poco habitual que debilita el sistema inmunitario y produce infecciones o sangrados recurrentes.

Tal como señalaba su madre Belén Varela días atrás: “Tantas veces les prometimos después de cada procedimiento ya se va a terminar hijo, ya pasa, ya vamos a volver a la casita. Pero esta vez es verdad, su próxima alta será de verdad la última”. Y ahora, a pesar de que aún queda un largo camino por delante para que los pequeños puedan vivir una vida plena y sanos, ya sobrepasaron uno de los obstáculos más difíciles.

Una misma placenta, una misma médula

La familia Méndez comenzó su lucha a principios de julio de 2019, cuando Milo y Jano eran diagnosticados con apenas 6 meses de vida. A partir de allí, el gran desafío fue encontrar a un donante compatible para mejorar la calidad de vida de sus hijos, y por eso llevaron a cabo una fuerte campaña de donación que llegó a todo el país.

“El día que tuvimos la camioneta de INCUCAI en la puerta de casa para la primera reunión, hace exactamente un año, leíamos INCUCAI y nos pasaban dos cosas: sentíamos escalofríos, sensación de que no lo queríamos para nuestros bebés; pero a la vez que lo necesitábamos si o si para que sigan viviendo”, contaron los padres.

Y agregaron: “Nos hablaban de posibilidades y números, y lo veíamos imposible, porque pensábamos que todos eran como nosotros, que no se comprometían con una causa tan justa y tan heroica como salvar una vida, o dos como fue en el caso de nuestra donante”.

Por lo que luego de haber dado un paso tan importante hacia la recuperación de los niños, buscaron dejar un mensaje: “No esperen a que les pase como a nosotros para ser donantes, para involucrarse, para que todos entiendan que INCUCAI es vida, no escalofríos”.

Finalmente, como siempre la familia remarca su gratitud hacia todos los que han acompañado la causa a lo largo de este año, y al Hospital Garrahan por la dedicación a todos los niños. “Nos queda un largo camino, pero gran parte de tanta lucha se concluyó. Gracias a todos”, cerraron.

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